sábado, 29 de marzo de 2014

Un reportaje para el teatro pereirano

Socialización de los resultados de la Beca de investigación: Reportaje de sala en la escena pereirana 1925-1980, ganadora en la categoría de periodismo cultural, crónica y reportaje, de la Segunda Convocatoria Estímulos 2013 del Instituto de Cultura y Fomento al Turismo de Pereira

Por: Nathalia Gómez Raigosa

Preguntarnos de dónde viene el teatro pereirano es el asunto que nos convoca hoy en este auditorio, en el marco del Día Mundial del Teatro. Poco, por no decir nada se sabe sobre el tema. Algunos más avezados se atreven a asegurar que las artes escénicas en la ciudad no tienen historia, lo que según Fernando González Cajiao: “siempre ha constituido el camino más fácil, hasta que alguien tenga la paciencia de hurgar en los viejos manuscritos”.

La historia del teatro en Pereira es muy antigua, casi tanto como su fundación, pues al tiempo que en la ciudad se fueron irguiendo las primeras construcciones de dos pisos con múltiples propósitos: habitacionales, gubernamentales, bancarios, clericales, hospitalarios, comerciales, empezaron a nacer planteles educativos y sitios de esparcimiento como parques, clubes y teatros.

Asnoraldo Avellaneda Aguilar, un pereirano raizal, que nació en la villa Pereira del empedrado y la cabalgadura, atestiguó en unas crónicas amenas, que remontan vivencias ocurridas entre 1885 y 1902, lo trascendental que fue para sus coterráneos, la construcción del primer teatro casero.

Como en la actualidad, constituía una, quizá la mejor diversión de la época, el teatro. Le tocó ser a Ernesto Mogollón el iniciador de este arte en Pereira; era persona correctísima, natural de Bogotá, lo instaló en una casa pajiza, situada en la carrera 8 calles 18 y 19, donde más tarde fue el Teatro Caldas, y servía a la vez de Gallera, pues la pista la adaptaba como escenario.
Uno de los primeros espectáculos que se presentaron allí, fue la compañía de acróbatas de Lara y Maltaner, espalo (sic) e Italiano respectivamente, que traían como barítonos famosos el español Larrañaga y el argentino Quezada[1]

En su cuadro de costumbres, el cronista Avellaneda, continúa refiriéndose a las actividades que se llevaban a cabo en el improvisado teatro de Don Ernesto Mogollón, donde se ofrecían todos los espectáculos que llegaban a la aldea.

Después hizo su debut el espectáculo circeneo cuyo empresario era el señor Salvini (italiano), que traía como el fuerte de su compañía, un grupo de animales amaestrados que él consideraba sabios. Todo su equipo e instalaciones fue traído a “Lomo de mula” (…) Ya con el correr del tiempo fueron desfilando infinidad de artistas y compañías y así veremos cómo llegan la Cía de Opera española del maestro Luque[2], el primer presdigitador argentino, el profesor Soria y la de marionetas (títeres) del Gran Arlequín (Italiana) famosa por sus hermosos decorados.
El primer circo de toros fue allí mismo, pero con anterioridad ya la casa había sido adaptada y acondicionada para el acto.[3]

El prosista Avellaneda argumenta que el teatro del señor Mogollón sirvió además como primer zoológico, pues allí exhibía un hermoso tigre que alimentaban con los gallos muertos en las riñas. Es así como finaliza explicando que era “su casa teatro, gallinero, circo, zoológico”, pues en ese tiempo, el teatro albergaba todo tipo de espectáculos comerciales, donde acudía el público pereirano sediento de conocer el mundo a través de los artistas trashumantes y de sorprenderse con las luces, la música y los artificios presentes en la escena.

Teresa Restrepo en "Fuego Extraño"


Era ese patio polvoriento que como por arte de magia se convertía en teatro, un lugar maravilloso que conectaba la aldea con el exterior, por medio de ornamentos exóticos, música de lugares lejanos, vestimentas coloridas, estilos cautivadores, de extranjeros con diferentes acentos y colores de piel. Visitar estos escenarios artesanales, significaba para el pereirano toda una aventura, muy similar a la narrada en Cien años de soledad, cuando José Arcadio Buendía llevó a sus hijos a conocer los misterios del mundo bajo una carpa gitana. En un periodo incipiente, cuando las cosas parecían tan nuevas, apenas saliendo del cascarón, en un villorrio con ansias infantiles de volverse grande.




En 1916 un editorial del periódico Polidor, semanario crítico-literario dirigido por Obdulio Gómez, advierte la necesidad urgente de edificar un teatro a la altura de una ciudad en ascenso, con el fin de: “contribuir de manera visible al engrandamiento de la tierra y por dar realce al embellecimiento estético del poblado”[4]. Hasta el momento se contaban sólo con espacios teatrales improvisados que no respondían a las especificaciones que exigían las compañías artísticas internacionales, por lo que muchas declinaban las invitaciones de presentarsen en Pereira, pues no poseía la infraestructura requerida. Citemos un párrafo del artículo periodístico, donde se precisan las características que el editor Gómez consideraba como indispensables para el nuevo inmueble:

Teatro éste, al estilo moderno, higiénico, cómodo y bello, donde tenga cada clase social su puesto; donde el palco de I.ª fila luzca donairoso su corte de arte; la luneta su orden riguroso; el palco de 2.ª no sea una afrenta para la clase media, y a la galería entre lo que deba entrar. Este teatro podría construirlo la Empresa Eléctrica de la ciudad sin mayor sacrificio y le reportaría una halagadora ganancia.[5]

Al final no fue la Empresa Energía sino Francisco Mejía Uribe, el hombre más acaudalado de la población y uno de los más pudientes del suroccidente colombiano, quien decidió que ya era tiempo de pasar de la sábana doméstica al majestuoso telón rojo. Adquirió los predios de la carrera 8ª entre calles 18 y 19, que antes le pertenecían a Ernesto Mogollón y abrió las puertas del primer teatro del aldea, el Circo-Teatro Caldas, que “servía para la comedia, para el cine y por su dotación especial para el novedoso espectáculo de la corrida nocturna”, (González, 1992, p. 59). Años más tarde su propietario, a quien le decían ‘Quico’ Mejía, le realizó unos cambio estructurales de modo que éste pasó de circo-teatro a señorial Teatro Caldas, “único lugar de diversión que tenemos en Pereira y que bueno o malo presta el servicio que hoy necesitamos”[6], anota una columna de opinión de Variedades “revista semanal ilustrada”, fundada en 1925.

Dentro de las reformas al establecimiento, estaba contemplada la contratación de un administrador, que primero fue Francisco Antía y después Emilio Vélez L. El Teatro Caldas estaba hecho en madera, contaba con “un formidable equipo parlante de fabricación alemana con proyectores Zeiss Ikon y sistema de sonido Phillips”[7], tenía capacidad para 1.325 personas que se acomodaban en tres galerías circulares y un palco reservado para personas que estuvieran de luto, con un visillo especial por donde podían mirar el espectáculo sin ser vistos por el público. Ya no se realizaban las corridas nocturnas, pues el patio de lidia se había entablado y convertido en una platea con 400 butacas y corredores alternos, para los espectadores especiales. Además fue “dotado de camerinos para actores, escenario para actuación y parrilla para el movimiento de decorados y telones” (González, 1995, p. 49).

Estamos hablando de esos años cuando el teatro tenía que turnarse con el cine mudo, para poder ocupar el escenario del Teatro Caldas, los miércoles y sábados, días de mercado en la polvorosa Plaza de Bolívar. En “El Caldas” se presentaron compañías teatrales procedentes del antiguo mundo, países hispanoamericanos y otras ciudades de Colombia, que arribaron para dar a conocer sus comedias, operas, zarzuelas, revistas y dramas. Luciano García, otro de los cronistas de esa época remota, relató la presentación de la compañía mexicana de revistas Lupe Rivas Cacho, que fue tachada en Pereira de inmoral y escandalosa, pues sus bailarinas se presentaban con vestuarios diminutos e incluso había escenas despojadas de todo tipo de atuendo.

Unas muchachas bonitas se presentaron en Pereira como se presentan ahora las bellezas mundiales, con la misma indumentaria regalada por la naturaleza antes de salir del paraíso. Esta compañía destruyó aquí largas amistades. La vieja decía: no vas. El viejo decía: Ya fui. En Armenia, el ingenioso barbero GUAZABRA, informó al cura diciendo: Sí se visten. Se visten con estampillas. (…) En Bogotá los hijos dijeron a un general de la república: Papá las muchachas deben ir a eso. Por qué? Porque salen mujeres desnudas. Para ellas debe ser indiferente. Lo importante es que salgan vestidos los hombres, contestó el general… Los círculos continuaban los comentarios. Bueno y cómo es la cosa? Qué es lo que hacen? Qué es lo que dicen? Hasta cuándo se quedan? La próxima vez sino me la pierdo. Aunque se enoje hasta el diablo. Esa compañía ampolló y alborotó esta sociedad excitando todo lo que es excitable en la humana flaqueza[8]

Estos artistas errabundos se veían obligados a enfrentarse a extenuantes travesías, mientras realizaban sus giras internacionales, que incluían viaje en barco, en tren y a lomo de mula, pues los caminos aún era de trocha y arriería. El costumbrismo extranjerizante se imponía como una segunda colonización europea, pero al mismo tiempo por ser pintoresco, folclórico y por tener esa forma tan parroquial de ver la vida, se convirtió en caldo de cultivo para acercar a la bisoña Pereira con el arte y sembrar el deseo en los jóvenes del municipio, de agruparse y de ser ellos quienes llevaran hasta las tablas, estas representaciones tan afines a las vivencias simples del poblado.

Teatro Caldas


Son los cuadros vivos que el profesor Benjamín Tejada Córdoba montaba, se presume, con los estudiantes del Instituto Manuel Murillo Toro, la primera expresión teatral local de la que se tiene registro. Uno de ellos realizado, entre 1915-1918 aproximadamente, fue inspirado en la Gran Guerra Europea, “cuando hasta nosotros llegaban noticias que anunciaban el horror de sus combates”,[9] aclara un artículo de El Diario que años después rememora la labor del cultor. Entre los actores de la estampa se puede identificar un niño, en la esquina inferior izquierda. Ese pequeño era Fernando Jaramillo Ángel, quien más tarde será protagonista de la primera película grabada en estas tierras.

Hablo del desaparecido largometraje silente, Nido de Cóndores, del cual sólo se conserva un fotograma, que se ha convertido en la obsesión de muchos historiadores. La cinta tenía el único fin de “mostrar el origen, progreso y adelanto de Pereira, fue producida por la Sociedad de Mejoras de Pereira y fue filmada creo que en 1926”,[10] aseguró el camarógrafo español Máximo Calvo, quien la dirigió con el apoyo del reconocido empresario cinematográfico Nicolás di Doménico.

El guión fue escrito por Alfonso Mejía Robledo, primer novelista de la imberbe ciudad e interpretado por los integrantes del Grupo Escénico, primer colectivo que se advierte del teatro local en 1925. Esta agrupación estaba conformada por: Tulia Drews, Teresa Restrepo, Anita e Inés Rendón Bustamante, Olga Sierra, Concha Vélez, Antonio Gómez Villegas, Gonzalo Martínez, Abelardo Echeverry, Fernando Jaramillo, Luis Eduardo Marulanda, Mariela Gutiérrez, Enrique Aristizábal Moreno y Emilio Correa Uribe,  jóvenes entre los 19 y 24 años, que pertenecían a la crema y nata de la sociedad, ya que sus padres o ellos mismos, eran los patrocinadores de obras arquitectónicas e institucionales que abanderaban el desarrollo del municipio.

Los repentinos aficionados al teatro fueron convocados por “la entusiasta e inteligente Justina González González,” (González, 1985, p.125), quien tomó la dirección acompañada por Pedro Piedrahíta, el apuntador. El Grupo Escénico “tenía por objeto el montaje de piezas teatrales con el animo de recaudar fondos destinados a la realización de obras de importancia general” (González, 1985, p. 125). Las obras teatrales del colectivo completaron la oferta cultural, principalmente de las kermeses, fiestas benéficas de “Derroche de lujo, de gracia, de dinero”,[11] tal y como lo anota la columna social “Confetti” de la revista Variedades.

Entre su repertorio figuraba obras como: Fuego Extraño, original del famoso dramaturgo colombiano Antonio Álvarez Lleras, montaje que colaboró a la construcción del Asilo de Ancianos. Después vendría Puñao de rosas, escrita por Carlos Arniches, luego Rima eterna de los hermanos Álvarez-Quintero, más adelante serían recordados por las representaciones de Juventud y Abandono, estas dos últimas del poeta antioqueño Alejandro Mesa Nicholls, entre otras.

Se puede inferir que no era el amor por el arte o las búsquedas estéticas lo que impulsaba a los emprendedores artistas del Grupo Escénico, sino el bienestar común y el sentido de cooperación; sin embargo, con su esperanza visionaria estas gentes cultivaron sin querer una inquietud por la manifestación teatral y por acercarse a los autores del llamado teatro burgués.

Como bien lo explica Luis Carlos González en sus crónicas sobre el movimiento escénico de la época, “motivo permanente de acercamiento social y fuente inagotable de recursos destinados a necesidades comunes fueron siempre bazares, becerradas, recitales, veladas artísticas y representaciones teatrales” (1985, p.125).  Es el caso de la Diócesis de Pereira, que pudo llegar a feliz termino, gracias al grupo teatral que en 1954 dirigió de nuevo Justina González, quien llevó hasta el escenario la comedia Una obra de beneficencia, escrita por la dama pereirana Sofía Ospina de Navarro. Es importante mencionar esta producción teatral no tanto por la obra misma, que entra a engrosar la lista de presentaciones filantrópicas, sino porque estaríamos, posiblemente, frente al origen de la dramaturgia pereirana.

Del mismo modo en 1960, distinguidas personalidades de Pereira, integraron un nuevo grupo de teatro, a beneficio esta vez, de los trabajos iniciales de la Villa Olímpica. La obra presentada en el Teatro Caldas fue La nueva ola, dirigida por Enrique Valencia Martínez y escrita de nuevo por una dramaturga de la ciudad, Eucaris Jaramillo de Uribe.

Algunos de los participantes de este colectivo, pertenecían a su vez a la Sociedad de Amigos del Arte, fundada 18 de noviembre de 1947[12] por: Carlos Drews Castro, Santiago Londoño (hijo), Nacianceno Marulanda, Francisco Monsalve, Silvia Osorio,[13] Gretel Drews, Alicia Espinosa, Beatriz Ramírez y Lucía Correa Echeverry. Única organización que por cuatro décadas enriqueció la sensibilidad artística de la ciudad y fue simiente para la configuración posterior de las dependencias de cultura del municipio y departamento.

En 1961 los “Amigos del arte” organizaron otra exhibición teatral en el Teatro Caldas con el fin de reforzar los fondos de la Villa Olímpica. Cerca de mil personas apreciaron la obra El Traje Azul de Ciro Mendía, interpretada por una agrupación que se hacía llamar Grupo Escénico, en honor a la actividad teatral de antaño. El nuevo Grupo Escénico estaba conformado por: Amanda Mejía Nauffal, Rosina Molina, Ricardo Mejía Isaza, Edilma Escobar de Cardona y Samuel Arango J. y dirigido por la española Catalina Font de Gómez, quien arribó a la ciudad el 13 de octubre de 1958 y se incorporó, casi de inmediato, a la actividad teatral local.

La directora Font había creado una cátedra de teatro al interior de la Sociedad, que hasta ese momento solo había tenido profesores itinerantes en la práctica de esta manifestación artística. Conformó dos grupos: el Teatro Experimental de Pereira para adultos y el Teatro Escuela para jóvenes, con los que realizó presentaciones no sólo en la instalaciones de la entidad, sino también en los diferentes escenarios culturales de Pereira y hasta de la región.

Algunas de las obras montadas fueron: Amable señor viveros de Alberto Dow; El gallo cantó tres veces de la antioqueña Regina Mejía; Los sordos del argentino German Berdiales; La consagración de la noche de Jean Tardieu , Demanda en la casa cural de  Pimentel y Vargas, A la salida de Luigi Pirandello [14] y Arrayanes y mortiños de Ciro Mendía[15].

Fue tanto el éxito que tuvieron estos grupos, que llegaron a oídos de Luis Enrique Osorio, fundador de la comedía nacional e iniciador en la investigación de las artes escénicas en Colombia, quien intrigado por rumores que hablaban de que en Pereira se vivía un momento vital en el teatro de la región, decidió viajar a ‘Capital Cívica de Colombia’ para ver con sus propios ojos lo que estaba ocurriendo. Llegó en diciembre de 1964 para participar de un acto cultural, que describió con estas palabras:

Me enteré, ante todo, de que en el ambiente social (pereirano) bullía el ingenio y el humor que hubo en el Bogotá de hace medio siglo, cuando en los hogares del expresidente Marroquín aún se representaban comedias para festejo de los cumpleaños y se bailaba luego hasta el amanecer (…) Algo semejante ocurrió aquí entre ruidosas carcajadas en los salones del Gran Hotel cuando a la sobremesa de la comida algunas damas desplegaron su ingenio improvisando sainetes que esbozaban cuadros de costumbres donde se remedaba el acento sirio-libanés y hasta se exageraba el antioqueño.[16].

El trabajo de Catalina Font[17] también mereció el reconocimiento del crítico Osorio, quien dijo que la directora, sabía “combinar muy bien el fomento del arte escénico colombiano con la apreciación de obras de famosos autores extranjeros”[18].

Dentro del extraviado legado de la Sociedad de Amigos del Arte en su primera etapa, hay que resaltar también el grupo de títeres “Jim’s Patelin” dirigido por Nevert Londoño, donde se diseñaron muñecos, decorados e incluso se escribieron varios libretos. Asimismo el grupo Pinocho de teatro infantil, creado en 1970 por Rossina Molina, quien había pasado de aprendiz de teatro a profesora, después de estudiar con Font Vallbona y luego de formarse durante tres años con Antonietta Mércuri, en el programa de extensión cultural del Instituto de Bellas Artes de la Universidad Tecnológica de Pereira.



Con ‘Amigos del Arte’ finalizamos un periódico mimético, que encontraba en la reproducción de lo ajeno la única respuesta. Los espectadores de entonces, estaban padeciendo el tedio de años de repetición y bostezaban ante las mismas recetas del “teatro visita”[19]. Era tiempo de cambiar el menú, con la creación de movimientos, montajes escénicos y dramaturgias autóctonas, que construyeran una identidad desde lo que éramos y representaran los asuntos colombianos.

Para alcanzar esos ideales, había que ir contra del teatro de corte español, declamatorio y de estilo costumbrista, que evadía la reflexión desde la escena e ignoraba los últimos desenvolvimientos teatrales en el resto del mundo. Los susurros del inconformismo y la rebeldía mundial resonarían en nuevas formas de teatralidad, que se sinterizaron en una expresión de renovación, El Nuevo Teatro[20].

Esas resonancias llegaron hasta el movimiento pereirano gracias a que en 1977 Eduardo López Jaramillo, secretario ejecutivo la Sociedad de Amigos de Arte en su segunda etapa, realizara el Primer Festival Internacional de Teatro por medio del cual los ciudadanos pudieron contemplar en el Polideportivo (hoy Coliseo Menor), las agrupaciones: Rajatabla de Venezuela, El Galpón de Uruguay, La Comuna de Portugal, Arteón de Argentina, la compañía Mimos con actores de Uruguay y Francia y los colectivos españoles: El Búho y El Albaicín.

Se trataba de una coyuntura única, pues el Festival Internacional de Teatro de Manizales[21] pasaba por una profunda crisis económica y logística que obligó a suspenderlo por diez años a partir de 1972. Además existían gestores nacionales interesados en trasladar, el festival de la capital caldense para Bogotá. Así que la muestra teatral de Pereira, buscaba asumir el desafío de convertirse en un referente de la cultura nacional y de paso, controvertir  la medida centralista.

Todos los grupos participantes, tenían un perfil y unas luchas muy similares: realizaban un trabajo independiente, lejos de ser considerado comercial o de entretenimiento, sus obras trataban de representar la realidad del país o de una época específica, la injusticia y la desigualdad eran tropos recurrentes en su dramaturgia y el Estado no les apoyaba sino que por el contrario perseguía u obstaculizaba su actividad.

Pese a la censura que sufrieron muchos grupos, el teatro latinoamericano estaba pasando por un momento clave y Pereira era testigo ocular de esas transformaciones, del cambio de paradigma que se planteaba. El Festival de teatro realizado en Pereira tuvo un éxito rotundo, pues dejó abierto un abanico de proyecciones entre ellas: realizar a comienzos de 1978 un festival de teatro nacional y la segunda versión de Festival Internacional en Pereira. Proyectos que no se llevaron a cabo sino hasta que, muchos años después, naciera la Corporación Biblioteca Pública en cabeza de Julián Serna y retomara el programa escénico.

Fue sólo hasta 1979, Año Internacional de la Niñez, proclamado por la ONU, cuando la Sociedad quiso impulsar otro festival internacional, esta vez de teatro infantil, que iba a tener como sede principal a Pereira pero que se planeaba desplazar a los municipios de Risaralda y Quindío, durante mayo y junio de ese año. Sin embargo solo pudieron realizarse dos funciones de la agrupación Trabalenguas de Madrid  y el evento tuvo que ser cancelado por la irresponsabilidad de un funcionario que hacía las conexiones aéreas de los artistas.

Mientras tanto el ambiente teatral pereirano se caldeaba con personajes como Antonietta Mércuri, quien había llegado a la ciudad en 1968 tras haber estudiado en Roma, actuación y dirección, en la Academia Nacional de Arte Dramático de Silvio D’ Amico y en otras instituciones especializadas en artes escénicas, por medio de una becada del Icetex, otorgada por haber ganado en el Primer Festival Nacional de Teatro, el puesto a la mejor actriz de carácter, galardón que le arrebató a la recién llegada de Argentina, Fanny Mikey.  

Mércuri estaba interesada en apoyar el movimiento de teatro estudiantil desde la UTP. Conformó un colectivo que al comienzo se llamaba Grupo de Teatro de la Universidad Tecnológica (T.U.T.), pero después pasó a ser Los Juglares, como un acto de rebeldía ante las limitaciones de espacio impuestas por María Teresa Salazar de la Cuesta, directora del Instituto de Bellas Artes, que los obligaban a rodar por Pereira, en busca de sitios prestados para poder ensayar, “como si se tratara de comediantes la Edad Media”[22].

Los Juglares iban y venían por todo Risaralda, Caldas y Valle, pues en un día podían realizar hasta dos o tres funciones. Utilizaban su tiempo libre para ensayar jornadas extenuantes; sacaban de su bolsillo para transportarse y elaborar vestuarios y escenografías; realizaron más de 40 montajes, algunos con textos adaptados, otros adaptaciones propias, creaciones colectivas[23], procesos de investigación in situ y de participación del público. Tuvieron muchas presentaciones en colegios, cárceles, veredas, sindicatos, universidades, festivales, plazas, teatros, barriadas de invasión, huelgas universitarias, paros obreros, fábricas y calles.

José Fernando Marín, integrante de Los Juglares, además sostiene que con Antonietta, llega por primera vez a Pereira el método Stanislavski, así como la técnica de distanciamiento de Bertoldt Brecht. El mundo no conocía  aún el Teatro Pobre de Jerzy Growtoski y Antonietta ya lo trabajaba con sus puestas en escena minimalistas.  “El teatro de arena[24] que se planteaba en otros países como propuesta, nosotros lo encontramos por necesidad”,[25] sostiene Reina Sánchez, otra de sus alumnas.

El mayor incentivo que tenía la profesora Mércuri para continuar su trabajo en la U.T.P., era fundar una licenciatura en artes escénicas, como se había hecho con los programas de música y artes plásticas, o por lo menos una escuela de teatro, aspiración que Jorge Roa Martínez, también profesó al fundar el alma máter. Sin embargo nunca se logró consolidar, por lo que la docente renuncia en 1981 después de 12 años de trabajo continuo, alegando acoso y represión laboral por parte de su jefe inmediata, María Teresa de la Cuesta.

El no reintegro de Antonietta a la UTP causó la indignación del gremio cultural de la ciudad y la mítica toma a la Iglesia San Antonio María de Claret, por parte de los estudiantes. Algunos de los actores de Los Juglares ingresaron al grupo de Gustavo Rivera, mientras reemplazaban a Mércuri en aula.



Gustavo Rivera, originario de La Celia (Risaralda), se había hecho director de teatro después de haber recibido en sus años de juventud las enseñanzas del maestro Enrique Buenaventura, mientras éste “adelantaba talleres con los actores juveniles más aventajados del Valle del Cauca”[26]. Al llegar Rivera a la ciudad en 1971, corrió con la suerte de que estaban necesitando un director para el grupo de Teatro de la Universidad del Risaralda, hoy Universidad Católica de Pereira, que había sido dirigido por Gustavo Orrego y Francisco González Lotero, poeta pereirano.
En un mes maratónico, Rivera montó Fusiles del sol, obra de su autoría estrenada el 5 de octubre 1971 en la sede del alma máter. Por tan excelente desempeño fue llamado a liderar la agrupación de teatro del ahora reducido, Instituto Departamental de Cultura, donde además dirigió talleres en todas las Casas de la Cultura de los municipios risaraldenses, por medio de Extensión Cultural del Departamento.

En 1986 nació Nueva Escena, después de que despidieran la planta de trabajadores de Extensión Cultural, por mal versación de fondos, lo cual según Juan Carlos Londoño, alumno de Gustavo fue: “un pretexto politiquero para sacarlos del sistema”. [27]

En toda su trayectoria, el grupo de teatro del maestro Rivera montó 21 obras, casi todas partir de la creación colectiva. En el aula, la práctica siempre estuvo trasversalizada por la teoría que el director Rivera había acumulado a lo largo de su vida, con los múltiples diplomados y cursos en dramaturgia, estética y critica teatral, pero también a partir de su formación autodidacta, pues con obsesión se enfrenta hasta hoy, a textos marxistas y los grandes teóricos del teatro universal.

Por tan amplios conocimientos su alumno, Hernando Taborda, se atreve a describir a Gustavo como: “Una enciclopedia de teatro que camina”[28], quien además sostiene que otros colegas lo llamaban “el decano de las artes escénicas en Pereira”.[29] Para Juan Carlos Londoño, estos apelativos no son una exageración, pues según él, Rivera es: “el hombre que más ha estudiado el proceso teatral en Pereira”[30] y un referente obligado por sus 40 años labor teatral.
El 2 de agosto del 2002 la gobernadora Elsa Gladys Cifuentes, condecoró a Gustavo Rivera con la Cruz de Risaralda, por: “su invaluable aporte a las artes escénicas del departamento” y el 29 de octubre de 2012 la Asociación Pereirana de Grupos de Artes Escénicas (APGAE) le rindió un sentido homenaje, por su importante trayectoria artística, pues a sus casi 70 años el maestro Gustavo Rivera aún sigue trajinando la escena teatral pereirana, como los hombres a los que Bertolt Brecht llamó imprescindibles.

Tanto Mércuri como Rivera sirvieron de universidad para que los colegiales, de la década de los setenta, se convirtieran en directores recorridos, que se atomizaron en diferentes agrupaciones, que a su vez formaron otros artistas. Pues a falta de educación formal que se ocupe del teatro en la ciudad, sus actores se educan en las tablas y en las vicisitudes que les va deparando el camino.

Estos son a grandes brochazos los hallazgos que responden en cierta medida los cuestionamientos que nos hicimos inicialmente: ¿De dónde viene el teatro pereirano?  ¿cómo se ha configurado el movimiento teatral en su historia? ¿es posible hablar tradición del oficio de las tablas en la ciudad?

A mi modo de ver estás preguntas no se habían podido responder por la existencia de una brecha generacional, un abismo que separa a los teatreros primigenios, pertenecientes a la élite pereirana; con los trabajadores modernos que transformaron esta actividad comercial en una apuesta política y con la camada de jóvenes que experimentan con lenguajes contemporáneos y han podido llevar el teatro pereirano a diferentes escenarios nacionales e internacionales.

Esa asidua negación entre los teatristas de ayer y los de hoy, ha impedido que los actores que han girado en torno al hecho teatral de la ciudad, en sus diferentes épocas, se reconozcan, sepan de dónde vienen, cómo su trabajo ha sido influido o ha servido de canon para los demás y aquí quiero citar de nuevo a Fernando González Cajiao, cuando dice: “No es lo mismo la carencia de identidad cultural que la ausencia de tradiciones culturales” (1986, p. 25).

Hay que pensar en Reportaje del teatro de sala en la escena pereirana como apertura para futuras pesquisas, pues este collage solo alcanza a llegar hasta 1980, por lo que no recapitula los años que siguen, una década muy relevante de analizar, pues es cuando se logra un mayor despliegue de las artes escénicas del municipio.

También estamos en mora de analizar la dramaturgia local, pues existen numerosos autores de nuestro teatro, que no han sido tenidos en cuenta en los estudios literarios regionales, entre los que se encuentran: Lisímaco Salazar con tres obras operáticas y dos comedias; las piezas de las damas cívicas, Eucaris Jaramillo y Temis Pardo; la reconocida escritora Alba Lucía Ángel, con dos obras inéditas, el teatro de corte político escrito por Antonietta Mércuri y Gustavo Rivera y Jairo Santa con sus textos infantiles, por mencionar algunos nombres del inexplorado mundo de las letras del teatro. La invitación queda abierta para seguir investigando este poderoso arte, que nos dice tantas cosas de lo que somos. ¡Feliz día!


Pereira, marzo 27 de 2014.





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[1] Avellaneda, Asnoraldo (1985, agosto. 30) “Pereira del pasado”. El Diario, No. 16798, p. 10.
[2] La Compañía Luque fue de las primeras compañías españolas en recorrer el interior del país en la primera mitad del siglo XIX, bajo la dirección de Mariano Luque.
[3] Avellaneda, Asnoraldo (1985, agos. 30) “Pereira del pasado”. El Diario, No. 16798.
[4] Gómez C, Obdulio (1.916, marzo. 4) “Necesidades de Pereira”. El Polidor, No. 18. 
[5]  Op. Cit.
[6] Correa Uribe, Emilio (1926, mayo. 8)  “Confetti XVI”. Variedades, No. 64.
[7] Correa Uribe, Emilio (1935, septiembre. 30) “Teatro Caldas”. El Diario, No. 2000.
[8] Las crónicas de Luciano García narran anécdotas de inicios del siglo XX, fueron tituladas “Estampas de Pereira” y publicadas por El Diario en su ejemplar del 30 de agosto de 1966.
[9] Correa Uribe, Emilio (1935, septiembre. 30) “Teatro Caldas”. El Diario, No. 2000.
[10] Salcedo Silva Hernando, Crónicas del cine colombiano, 1897-1950. Carlos Valencia Editores. Bogotá, 1971, p. 71. 
[11] Correa Uribe, Emilio (1927, julio. 2) “La bellísima Kermesse del martes en la Plaza de Bolívar”. Variedades, No. 124, p. 13
[12] Esta fecha fue hallada en cartas de elogio por su fundación en los archivos de la Sociedad de Amigos del Arte, abandonados en la Academia Pereirana de Historia.
[13] Balletina y fundadora del Ballet Clásico Silvia Osorio, entidad perteneciente a la Sociedad de Amigos del Arte. Esta bailarina murió en un trágico y misterioso accidente en 1953. El 3 de febrero de ese año la Sociedad expidió una resolución en la que se dispuso, que un retrato de Silvia fuera puesto en el salón de sesión y que su nombre siempre perdurara en la lista de socios efectivos, “para perpetuo estímulo y ejemplo de ellos”.
[14] Esta información se pudo establecer gracias a que la alumna Alba Lucía Jaramillo, conservaba una programación teatral del Teatro Escuela en su álbum familiar.
[15] Pilar Gómez Font, en entrevista vía correo electrónico. Madrid, 12 de septiembre de 2013.
[16] Osorio, Luis Enrique (S.F pero se estima que pudo haberse publicado entre diciembre del 1964 a mayo de 1965) “Artistas de Pereira”. Teatro, Vida Cultural, El Tiempo
[17]  El 21 de mayo de 1966 Catalina Font de Gómez regresó a España con su familia.  
[18] Osorio, Luis Enrique (1964, noviembre. 15) “Teatro”, Vida cultural. El Tiempo.
[19] Este término era utilizado por Santiago García para referirse de forma irónica a ese tipo de teatro especialmente burgués, tan parecido a lo que en la actualidad se presenta en la televisión.
[20] El Nuevo Teatro según los historiadores fue el período comprendido entre 1965 y 1985 (aproximadamente). Este movimiento según conceptualiza María Mercedes Jaramillo en su libro Nuevo Teatro Colombiano: arte y política, “reflejó los cambios políticos y sociales que vivía el país y se captaban en su vida cultural. (…) es la concretización de una cultura popular que ha sabido resistir a través de los años: la discriminación, la marginación y la represión ejercida por la cultura oficial dominante; que ha controlado todos los medios de comunicación, que han regulado los programas educativos y que ha definido la política cultural nacional”. (1992, p. 346)
[21] En el 1968 se creó el Festival de Teatro de Manizales, que acogió los grupos mas destacados de América Latina e ilustres invitados como Pablo Neruda, Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa, Miguel Ángel Asturias, Jack Lang y Jerzy Grotowski, entre otros. Tras cinco ediciones el festival de Manizales se canceló ante la cada vez más radical posición política que menoscababa el teatro y que terminó por escandalizar a la tradicional población manizalita. (Esquivel, Catalina, “Teatro La Candelaria: Rasgos de una Dramaturgia Nacional”. Tesis doctoral publicada en internet. Universidad autónoma de Barcelona, 2010, p. 22).
[22] Redacción El Reportero (1979, diciembre) “El grupo teatral juglares, una vida, en trabajo, una meta”. El Reportero. 
[23] La Creación Colectiva es un baluarte del patrimonio cultural multiétnico de América Latina, pero sin negar la tradición clásica teatral o los aportes técnicos de otros grupos teatrales europeos o estadounidenses. Respondió al deseo de llegar a un público popular. Este hecho obligó a la gente del teatro a representar obras que reflejaran los conflictos cotidianos, a nutrirse de fuentes vivas de la cultura, el folklore, las creencias populares y a recoger los hechos históricos determinantes en la vida de cada país. (Jaramillo, 1992, p. 93)
[24] El Teatro de arena es una técnica originaria de Sao Pablo (Brasil) a mediados del siglo XX, tiene por objeto la economía del espectáculo, no se utilizan escenarios, sino que se actúa en locales improvisados en forma circular. 
[25] Reina Sánchez (en entrevista vía correo electrónico). Bogotá, octubre 21 de 2013.
[26] Gustavo Rivera (en entrevista personal). Pereira, mayo 28 de 2013.
[27]  Juan Carlos Londoño (en entrevista personal). Pereira, febrero 23 de 2013.
[28] Hernando Taborda (en entrevista personal). Pereira, noviembre 19 de 2013.
[29] Hernando Taborda (en entrevista citada)
[30] Juan Carlos Londoño (en entrevista personal). Pereira, febrero 23 de 2013. 

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