Socialización de los
resultados de la Beca de investigación: Reportaje de sala en la escena
pereirana 1925-1980, ganadora en la categoría de periodismo cultural, crónica y
reportaje, de la Segunda Convocatoria Estímulos 2013 del Instituto de Cultura y
Fomento al Turismo de Pereira
Por: Nathalia Gómez Raigosa
Preguntarnos
de dónde viene el teatro pereirano es el asunto que nos convoca hoy en este
auditorio, en el marco del Día Mundial del Teatro. Poco, por no decir nada se
sabe sobre el tema. Algunos más avezados se atreven a asegurar que las artes
escénicas en la ciudad no tienen historia, lo que según Fernando González
Cajiao: “siempre ha constituido el camino más fácil, hasta que alguien tenga la
paciencia de hurgar en los viejos manuscritos”.
La
historia del teatro en Pereira es muy antigua, casi tanto como su fundación,
pues al tiempo que en la ciudad se fueron irguiendo las primeras construcciones
de dos pisos con múltiples propósitos: habitacionales, gubernamentales,
bancarios, clericales, hospitalarios, comerciales, empezaron a nacer planteles
educativos y sitios de esparcimiento como parques, clubes y teatros.
Asnoraldo
Avellaneda Aguilar, un pereirano raizal, que nació en la villa Pereira del
empedrado y la cabalgadura, atestiguó en unas crónicas amenas, que remontan
vivencias ocurridas entre 1885 y 1902, lo trascendental que fue para sus
coterráneos, la construcción del primer teatro casero.
Como en la
actualidad, constituía una, quizá la mejor diversión de la época, el teatro. Le
tocó ser a Ernesto Mogollón el iniciador de este arte en Pereira; era persona
correctísima, natural de Bogotá, lo instaló en una casa pajiza, situada en la
carrera 8 calles 18 y 19, donde más tarde fue el Teatro Caldas, y servía a la
vez de Gallera, pues la pista la adaptaba como escenario.
Uno de los
primeros espectáculos que se presentaron allí, fue la compañía de acróbatas de
Lara y Maltaner, espalo (sic) e Italiano respectivamente, que traían como
barítonos famosos el español Larrañaga y el argentino Quezada[1]
En su cuadro
de costumbres, el cronista Avellaneda, continúa refiriéndose a las actividades
que se llevaban a cabo en el improvisado teatro de Don Ernesto Mogollón, donde
se ofrecían todos los espectáculos que llegaban a la aldea.
Después hizo
su debut el espectáculo circeneo cuyo empresario era el señor Salvini
(italiano), que traía como el fuerte de su compañía, un grupo de animales
amaestrados que él consideraba sabios. Todo su equipo e instalaciones fue
traído a “Lomo de mula” (…) Ya con el correr del tiempo fueron desfilando
infinidad de artistas y compañías y así veremos cómo llegan la Cía de Opera
española del maestro Luque[2],
el primer presdigitador argentino, el profesor Soria y la de marionetas
(títeres) del Gran Arlequín (Italiana) famosa por sus hermosos decorados.
El primer
circo de toros fue allí mismo, pero con anterioridad ya la casa había sido
adaptada y acondicionada para el acto.[3]
El prosista
Avellaneda argumenta que el teatro del señor Mogollón sirvió además como primer
zoológico, pues allí exhibía un hermoso tigre que alimentaban con los gallos
muertos en las riñas. Es así como finaliza explicando que era “su casa teatro,
gallinero, circo, zoológico”, pues en ese tiempo, el teatro albergaba todo tipo
de espectáculos comerciales, donde acudía el público pereirano sediento de
conocer el mundo a través de los artistas trashumantes y de sorprenderse con
las luces, la música y los artificios presentes en la escena.
Teresa Restrepo en "Fuego Extraño" |
Era ese
patio polvoriento que como por arte de magia se convertía en teatro, un lugar
maravilloso que conectaba la aldea con el exterior, por medio de ornamentos
exóticos, música de lugares lejanos, vestimentas coloridas, estilos
cautivadores, de extranjeros con diferentes acentos y colores de piel. Visitar
estos escenarios artesanales, significaba para el pereirano toda una aventura,
muy similar a la narrada en Cien años de
soledad, cuando José Arcadio Buendía llevó a sus hijos a conocer los
misterios del mundo bajo una carpa gitana. En un periodo incipiente, cuando las
cosas parecían tan nuevas, apenas saliendo del cascarón, en un villorrio con
ansias infantiles de volverse grande.